Para qué crear lo que desaparece

Hay una práctica que realizan los monjes budistas: la creación de mandalas de arena. Es un trabajo de creación conjunta, una labor minuciosa que requiere su atención plena, concentración, colaboración y calma para obtener un bellísimo resultado. Pueden dedicar unas cuantas horas a la realización de un mandala de dimensiones considerables. Está repleto de detalles y de significados. Está impregnado de color y de riqueza simbólica.

Pero la mayor riqueza simbólica es su enseñanza total.

La enseñanza total de un mandala de arena es que un día tendrá que desaparecer.

Ellos lo crean, ellos mismos lo destruyen con la intención de practicar el desapego y de “no codiciar el resultado de sus actos”. Así tienen presente la impermanencia de todas las cosas. Qué pena, podría uno pensar, tantísimo trabajo, tan minucioso, tan amoroso, para barrerlo de una vez.

Sin embargo, hay más gente de la que parece que encuentra un gran gusto en la creación de lo efímero. No todo el arte está hecho para permanecer, ni ese tiene por qué ser su objetivo principal. Pero sí el de transmitir sensaciones, un mensaje que alcance a otros, que les toque, o simplemente sentir la libertad y liberación de expresarse. Hay un impulso que no nace de la utilidad, sino de necesidades básicas del ser humano de comunicación y expresión, así como de representación de lo inmaterial en lo material, creación de belleza, compartir espacios, crear colaborativamente… estas son algunas cualidades que ciertos artistas ponen en práctica con sus acciones. Cada vez hay más, anónimos, regalando su arte en la calle, dedicándose a embellecerla para los demás. A todos ellos, much respect, muchas gracias.

Aunque ese arte en las calles, igual que los mandalas, un día desaparecerá. ¿Qué sentido tiene entonces hacerlo? ¿Y acaso no podríamos cualquiera de nosotros hacernos esta misma pregunta respecto a nuestro quehacer cotidiano, ya sea referido a nuestras actividades artísticas o creativas, o a nuestro trabajo, familia…?

¿Qué sentido tiene hacerlo, si todo va adesaparecer de todos modos?

Esto mismo me planteaba en ocasiones respecto a mis talleres ocupacionales cuando trabajaba en un centro de daño cerebral. Nada de lo que hicieran mis pacientes se iba a vender. Nada de lo que hicieran iba a hacerles famosos, y en un principio no iba a exponerse en ningún museo. En muchas ocasiones se obtendrían acabados bastante dignos, pero en otras el resultado sería medianillo, o incluso algo chapucero. ¿Cuál era el sentido de mi trabajo con ellos, para qué hacer todas esas manualidades de cartulina, de yeso, de arcilla, pintura de dedos, todas esas flores de papel que decorarían la sala estacionalmente, en primavera y después irían a la basura?

Es sencillo. Porque lo importante no era el resultado. Era lo que pasaba en medio.

Quédate con esta frase, porque es una respuesta fácil, mil veces oída, y a la vez tremendamente difícil de asimilar.

Lo importante no era el resultado.

Los objetivos de los talleres eran favorecer la concentración, la atención, la recuperación de la motricidad de este o aquel movimiento afectado. Y más allá de esto, era un objetivo general el de aumentar su autoestima, la interrelación, la comunicación en el grupo, el establecimiento de lazos entre unos y otros a través de la actividad. Al final, que las flores quedasen más o menos bonitas era lo de menos. Lo importante era tener la sala decorada con algo que había salido de sus propias manos, y el ambiente colaborativo y de satisfacción que impregnaba la participación conjunta era bien distinto que el que habría de no haber existido tales actividades y de haber dedicado su tiempo a estar sentados viendo la tele mientras esperaban, pacientes, aburridos y aislados, a que llegase su turno de veinte minutos de fisioterapia en una larga mañana de cinco horas. Así un día, tras otro.

Con lo que te encanta hacer, pasa lo mismo ¿Para qué crear si no lo va a ver nadie, si no voy a vivir de ello, si es costoso, si no es útil? Bueno, lo primero es que todo eso no lo sabes. Pero aunque así fuera, el objetivo principal es reconocer con qué y cómo decides llenar tus horas mientras habitas, por el breve espacio de tiempo que te toca, esta tierra. Puedes escoger llenarlas con actividades que te dejan vacío aunque de primeras prometan llenarte. Puedes escoger llenarlas con los motivos razonables de otros, pero incoherentes para tu propio sentir y necesidades, tu propia manera de ver el mundo. Puedes escoger llenarlas con muchísimas cosas, miles de cosas, que te alejan de tí mismo. O puedes escoger llenar esas horas con algo que te guste, que te agrade y te apasione.

Así, cuando llegue el día de barrer esa arena de lo que fue tu paso por esta tierra, cuando el mandala de tu vida tenga que desaparecer, sería mucho más bonito que ciertas manos barriesen un dibujo que haya dicho cosas que se parezcan a quien eres tú de verdad. Si te fijas… al final del video que comparto, de esa urna donde simbólicamente se recogen las cenizas de ese mandala desaparecido, la arena cae grisácea. Pero al darle un enjuague a la urna y volver a tirarlas al agua del río, las cenizas salen de color coral. Esa es la diferencia. Tus cenizas saldrán un día de una urna, eso sucederá de todos modos. Pero pueden salir grises, o de colores, según con lo que hayas decidido colorear tu vida.

arte-efímero-3

Cuando ya casi he terminado, te voy a contar un secreto más. El mandala de los monjes budistas no queda, pero queda el mensaje. Cuando barren el mandala, reparten una parte de la arena entre quienes presenciaron la ceremonia a modo de bendición, mientras que otra parte de la arena se entrega a un río, lago o mar, con la intención de purificar el ambiente y a sus habitantes, y llevar esa bendición a todos los rincones de la tierra. Si tienes algo que crear, algo que decir, quizá desaparezca tu obra pero si consigues tocar con ella a otra persona, aunque sea solo a una, confía en que en ella quedará tu mensaje.

2 comentarios

  1. Margarita · enero 21, 2015

    Reblogueó esto en Post-pineandoy comentado:
    Hoy os dejo un puñado de arena a modo de bendición.

    Gracias a liberalafiera.com por este artículo.

    Le gusta a 1 persona

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