(Esta es la historia de cómo se termina celebrando la primera charla TEDx debajo de un puente…)
Cuando llego a San Cristóbal bajo un sol justiciero, lo primero que me encuentro es la acogida de la deliciosa sombra del Puente de Colores. Bajo él hay un par de chavales de unos 8 o 9 años saltando sobre su mobiliario de madera, haciendo parkour. Juan les observa. Y cuando paran, les pregunta si les gustaría que en este espacio les diesen un curso sobre lo que están haciendo. Los chavales se quedan un poco sorprendidos. Pero dicen que si, que les gustaría. Saltan un poco más sobre las mismas estructuras que a nosotros nos sirven como asientos y mesas, y al rato se marchan.
Y voilá, presencio así una de las muchas posibilidades que brinda este espacio que se ha creado en San Cristóbal. Una infraestructura para otro tipo de dinámicas. Un lugar de entrada al barrio que se ha embellecido, pintado de colores con la colaboración de Boa Mistura, que da la posibilidad de imaginar y construir otros mundos.
El planteamiento, explica Juan, nació de haber observado ya cómo funciona el modelo de autonomía y empoderamiento. En Madrid se está haciendo muy bien en el centro y pensaron: “¿Podemos llevar otro tipo de cultura, podemos utilizar esta herramienta para activar la perifería que está un poco abandonada y decaída?” Entonces la arquitecta Sarah Fdez. Deutsch, líder y autora del proyecto junto con Basurama, presentaron el proyecto a Fundación Montemadrid que les mandó a Casa San Cristóbal. Y el proyecto se empezó con la asociación de vecinos La Unidad, y con Educación Cultura y Solidaridad. Se van sumando otras asocicaciones para cosas puntuales, desde Los Junior a Onda Merlín Comunitaria, el PIC, el PAC, un montón de siglas que van participando en el proyecto, y fue hablando con las asociaciones vecinales como detectaron las necesidades de la zona, ellas les fueron acotando el proyecto.
Juan López-Aranguren, de Basurama: La intención era ver qué se puede hacer aquí que suponga un plus, algo que no tenga este barrio ni ningún otro. Intentar romper con las rutinas y también con esas ideas que encierran los propios barrios. Yo soy de barrio, y es verdad que el barrio se te queda dentro para bien y para mal. Una de las cosas malas es que muchas veces te acogotas a tí mismo. No sales del barrio, pero no sales mentalmente, no te consideras capaz de, ni siquiera te lo imaginas. Lo que queríamos era poder construir un espacio de imaginación. Preguntábamos a los chavales y a las asociaciones: “¿Qué se puede hacer aquí? No sé, una cancha de baloncesto, un campo de fútbol.” Ya los hay. La propia capacidad de soñar o de imaginar está capada.
Libera La Fiera: Porque de alguna manera mientras algo no se ha visto, tampoco se imagina. Es decir, la imaginación también se contagia a medida que uno ve posibilidades…
B: La imaginación se entrena, como todo. Si tú no has tenido espacios donde poder imaginar, y esa imaginación no la has podido aterrizar en algo real, se te acaba. O si tú no tienes gente con la que compartir esa imaginación… Por ejemplo si te vas a Perú y dices: “Dibújeme usted la plaza de sus sueños”, te van a dibujar la misma plaza que han visto en todo Perú. Pues eso te pasa en todos lados, aquí también, porque no se te ocurre nada más allá de lo que has visto. Por eso este proyecto es una excusa para escuchar al barrio y proponer. Y no quedarse en la escucha, porque al final la gente te devuelve lo de siempre, algo muy controlado. Si me dicen que quieren una piscina, yo transformo el deseo de piscina que es frescor, agua, cambio de aire, eso te da unas ideas que no tienen por qué ser solo la piscina. O un columpio es el deseo de flotar, moverse, pues se trata de transformar, de intentar llegar al deseo profundo. Saber escuchar para poder transformar los deseos y darles forma es muy importante. De hecho si te fijas ningún mobiliario está definido. Hay una intención expresa de que sea abstracto porque no queremos un espacio que condicione el uso. No queremos una silla, ni una cancha de baloncesto, no queremos algo que solo se pueda usar de una manera, sino algo que sea lo suficientemente abstracto y polivalente para que se pueda usar desde la imaginación. Y claro, los niños son los primeros que lo entienden. Los mayores muchas veces nos dicen: “Esto no sirve para nada.” Entonces tú te sonríes y dices: “Bueno, tú deja a tu hijo por aquí y ya verás para todo lo que sirve.”
El proyecto, con el nombre de Autobarrios, nace de una intención de autonomía, de poder construir el propio barrio en un momento de fragilidad donde la administración no puede ya, o le cuesta, dirigir fondos a mantener los barrios, y donde los vecinos están acostumbrados a una administración que les nutre. Entonces, o se quejan o demandan, pero nunca proponen. “La idea fue cambiar el modelo, empezar a proponer y que entonces sea la administración la que tenga que venir hacia nosotros en vez de nosotros hacia la administración”, explica Juan. En un momento de especial fragilidad económica, se tomó la decisión de preparar a todos los jóvenes que estuvieron participando en el proceso y darles un Curso de Gestión Cultural para que se convirtieran en comisarios de su propio barrio.
B: La figura del comisario parece siempre muy elevada, parece que tienes que recibir un curso del Reina Sofía o un máster de una universidad… pero nos planteamos, ¿y si son los jóvenes los que proponen la cultura escuchando a su barrio, escuchándose a sí mismos? Y en vez de ser un comisario desde arriba que dice: “A los jóvenes os gusta el rap y el skate”, de repente son los jóvenes los que dicen: “No, es que a mi me gusta la poesía, a mi me gusta el djembé, a mi me gustan los comics, a mi me gusta leer novelas de…” Se han hecho ya dos Cursos de Gestión Cultural. El primero se centró en retos locales donde son los jóvenes los que tienen que llevar toda la producción. Se hizo un cine de verano, en el que también se trabajó con los campamentos urbanos y se propusieron actividades como las acrobacias de circo, donde aprender a caer y levantarse o desde el: “Yo te pego pero hago una palmada, tu giras, entonces convertimos la violencia en un juego, en humor.” Y con la excusa del cine estamos trabajando otros problemas que tiene también el barrio. Son actividades propuestas por los propios chavales de gestión cultural, lo llevan ellos de principio a fin, desde la pantalla, el sonido…
LLF: Ven así la posibilidad de realizar algo que a lo mejor antes ni se les pasaba por la cabeza que pudieran hacer…
B: De hecho cuando hablamos la primera vez de hacer el cine, decían: “Eso es imposible, no se puede.” Y de pronto nos dimos cuenta que con cuatro duros se montaba. Ahora ellos mismos te dicen “Bah, pero un cine no vamos a montar, ¿no? Que eso ya lo hemos hecho mil veces, está tirado.” Lo que hace un año era misión imposible, ahora es…
Y Juan chasquea los dedos. Fácil.
Una de las ideas fundamentales del proyecto es siempre traer a los mejores profesionales, de tal manera que dentro del proyecto Autobarrios cada persona o colectivo que entra pueda llevar a cabo su propio proyecto, para evitar así caer en paternalismos. Han participado entre otros Boa Mistura, que han trabajado a nivel internacional y que tienen sensibilidad para trabajar con la comunidad. “Es un escenario de posibilidades donde tú desde tu capacidad sumas, pero lo que nos interesa es que tienes que hacerlo tuyo. La empresa de pinturas que nos deja la pintura no nos la deja por paternalismo, BoaMistura no viene tampoco por paternalismo, en plan voy a ayudar a los pobres, ellos vienen porque les interesa pintar en estas dimensiones, tener la posibilidad de hablar con la empresa de pinturas y montar sus propios códigos de pantone, trabajar con una comunidad estable y con un proyecto legal. A la propia empresa de pintura lo que le interesa es tener un mural enorme a 500 metros de su empresa donde los clientes cuando pasen lo vean, entren en contacto con BoaMistura y vean que ellos usan su producto… es así siempre para que no haya paternalismos. Si no consigues que sean socios de un proyecto común no pondrán ese esfuerzo extra que es lo que hace que las cosas salgan.”
También han participado Collectif Etc, un colectivo de arquitectos franceses que ha estado recorriendo toda Francia en bicicleta, de pueblo en pueblo, trabajando proyectos de madera e integrando a la población local en el proceso creativo. Basurama decidió pedirles colaboración e incluir a profesionales extranjeros en el proyecto, involucrando a la embajada francesa. A Collectif Etc este proyecto le aporta nuevamente el hecho de trabajar con una comunidad inmensa, y realizar su primer proyecto fuera de Francia. Para el Festival de Teatro se hizo de la misma manera, se llamó a La Tristura que en lugar de traer teatro social, organizó junto al grupo de gestión cultural un festival de tres días en el que vienieron a San Cristóbal tres piezas: una de ellas es la obra más importante de los últimos cinco años en Europa, que se ha interpretado en doscientos paises y que venía de Tokyo, pasaba por San Cristóbal y luego se iba a Atenas. Otra era una de las obras más importantes de España, y la tercera, una obra hecha expresamente para este espacio. Todas ellas adaptadas para que la comunidad participase. Enfrentarse con un evento de tal magnitud, en el que vienieron 300 personas de Madrid, con autobuses fletados para el festival, hizo que confrontaran un nuevo escalón en el aprendizaje de la gestión cultural. Afrontar esas dimensiones les daría soltura para que luego organizar un teatro pudiera ser algo que realizasen enseguida. Y también logró que eso que no pasaría nunca en este barrio, ocurriese. “Eso les genera una sensación totalmente distinta.” El hecho de colaborar con los mejores profesionales dignifica un resultado que es mutuo, que sin las asociaciones de ninguna manera se podría haber logrado. La colaboración de ambas partes es imprescindible, no tendría sentido que se llegase y se pintase un mural sin estar involucrados con el barrio, al día siguiente estaría lleno de graffittis. Y a su vez, un resultado con dignidad artística contribuye a que la satisfacción de lo hecho hasta el momento sea perdurable, y siga dando opción e impulso a la creación de nuevas acciones. “Yo pinto, y lo veo. Yo pinto y al dia siguiente toda la gente que pasa por aqui se hace fotos, lo aplaude. Pinto y cada día que paso, me acuerdo de cuando lo pinté. La capacidad transformadora de lo físico sirve muy bien como herramienta para que lo social y lo comunitario se pueda nutrir.” Las asociaciones ahora también son más conscientes de sus propias posibilidades, y empiezan a plantearse: “Oye, el festival hay que repetirlo. Y si ahora hacemos…”
Y ese es el reto que tienen ahora por delante. Precisamente porque el objetivo de Autobarrios es ese, la autonomía. Ahora es el momento en el que Basurama se desmarca del proyecto, teniendo conciencia desde el primer momento de que ellos entran y salen. “No tenemos que perpetuarnos de ninguna manera”, dice Juan. Pero cuando le pregunto si no habrá un periodo con un pie dentro y uno fuera de San Cristóbal, mira hacia el barrio y con un mohín no sé si quizá de cierta nostalgia, dice que sí, que por supuesto, y que siempre tendrán un ojo puesto ahí para lo que puedan necesitar. Casa San Cristóbal y Educación, Cultura y Solidaridad junto con los jóvenes son los que continúan ahora con el proyecto. Un nuevo modelo de aprendizaje informal muy grande que en esta zona ha servido para complementar al sistema educativo, para movilizar las inquietudes y esperanzas no solo de los jóvenes, sino de todo un barrio. Para dar salida a sus deseos y para crear en la zona otra realidad de la que ya todos son partícipes. Un nuevo modelo de aprendizajes inusuales en el que TEDx se ha interesado y por el que hace un par días, el pasado 14 de julio, celebró su primera charla bajo un puente, el Puente de Colores. Y escuchando a Olenka Márquez de 18 años comunicar sobre Autobarrios en un evento de licencia internacional con tal fuerza, profesionalidad y pasión, yo diría que todo lo sembrado y plantado en San Cristóbal promete unos frutos tan inesperados como bellos, de tan vasto alcance como la imaginación, al poder, les permita soñar.