La sinfonía acuática

Acaba de ser liberado mi nuevo libro al torrente Amazon, como un pececillo que ya puede nadar libre en su andadura por el mundo.

SINFONIA ACUATICA

La sinfonía acuática lleva escrito desde hace  meses y no me decidía a dejarlo salir a pesar de que él ha sido insistente en su deseo de ver mundo. A veces tardamos en hacer lo que queremos, en compartir lo que hemos realizado. Pasan los meses y le quitamos importancia o nos distraemos con otras cosas, pero lo que hemos hecho está ahi. Digamos que nuestras creaciones, una vez realizadas, han adquirido vida propia, que palpitan y no nos es tan dado como pensamos ignorar esa vida que hemos creado. Este se ha puesto insistente en su deseo de salir. Y cuando por fin le he hecho caso, me he encontrado con esta agradable sorpresa: al segundo día de aparecer en Amazon, La sinfonía acuática se ha situado en el Nº 1 de los más vendidos en la categoría de libros de música.

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Una sorpresa, un regalo y un tesoro. Deseando que os guste y sobre todo, que os transmita algo bello y que os haga vibrar, aquí os dejo un fragmento de esta novela corta sobre música, agua, sencillez y otros asuntos universales, La sinfonía acuática.

“Si te dijeran que ya es tarde, ¿seguirías de todos modos afrontando tu destino? (…)
– ¿Tarde para qué? –ahora el cuchillo segaba una hogaza de pan. El viejo colocaba los trozos en la tabla junto al queso y una botella de cristal con aceite de oliva, un oro verdoso que traslucía al sol.
– Para volver atrás en el tiempo.
– Siempre es tarde para eso.
– Entonces no hay remedio.
– ¿Remedio para qué? –y el viejo sonreía cada vez con más amplitud.
– Para borrar mis errores.
– ¿Y quién te ha dicho que no es, precisamente, el tiempo que dices que no hay el que va a borrarlos? (…)
– No puedo dejar de atormentarme.
– Bueno –se sentó el viejo con cierta lentitud frente a él, haciendo girar una complicada maquinaria compuesta de engranajes que ya viraban hacia el desgaste– espero poder ayudarte con eso hoy.
– Yo también lo espero.
– ¿Crees que te puedes aferrar a una tormenta?
– Las tormentas pasan solas…
– Pues eso, hijo. Pues eso.»
La sinfonía acuática, Diana Córdoba

Ojalá este librito sobre la maravilla de la música os encandile…

Para qué crear lo que desaparece

Hay una práctica que realizan los monjes budistas: la creación de mandalas de arena. Es un trabajo de creación conjunta, una labor minuciosa que requiere su atención plena, concentración, colaboración y calma para obtener un bellísimo resultado. Pueden dedicar unas cuantas horas a la realización de un mandala de dimensiones considerables. Está repleto de detalles y de significados. Está impregnado de color y de riqueza simbólica.

Pero la mayor riqueza simbólica es su enseñanza total.

La enseñanza total de un mandala de arena es que un día tendrá que desaparecer.

Ellos lo crean, ellos mismos lo destruyen con la intención de practicar el desapego y de “no codiciar el resultado de sus actos”. Así tienen presente la impermanencia de todas las cosas. Qué pena, podría uno pensar, tantísimo trabajo, tan minucioso, tan amoroso, para barrerlo de una vez.

Sin embargo, hay más gente de la que parece que encuentra un gran gusto en la creación de lo efímero. No todo el arte está hecho para permanecer, ni ese tiene por qué ser su objetivo principal. Pero sí el de transmitir sensaciones, un mensaje que alcance a otros, que les toque, o simplemente sentir la libertad y liberación de expresarse. Hay un impulso que no nace de la utilidad, sino de necesidades básicas del ser humano de comunicación y expresión, así como de representación de lo inmaterial en lo material, creación de belleza, compartir espacios, crear colaborativamente… estas son algunas cualidades que ciertos artistas ponen en práctica con sus acciones. Cada vez hay más, anónimos, regalando su arte en la calle, dedicándose a embellecerla para los demás. A todos ellos, much respect, muchas gracias.

Aunque ese arte en las calles, igual que los mandalas, un día desaparecerá. ¿Qué sentido tiene entonces hacerlo? ¿Y acaso no podríamos cualquiera de nosotros hacernos esta misma pregunta respecto a nuestro quehacer cotidiano, ya sea referido a nuestras actividades artísticas o creativas, o a nuestro trabajo, familia…?

¿Qué sentido tiene hacerlo, si todo va adesaparecer de todos modos?

Esto mismo me planteaba en ocasiones respecto a mis talleres ocupacionales cuando trabajaba en un centro de daño cerebral. Nada de lo que hicieran mis pacientes se iba a vender. Nada de lo que hicieran iba a hacerles famosos, y en un principio no iba a exponerse en ningún museo. En muchas ocasiones se obtendrían acabados bastante dignos, pero en otras el resultado sería medianillo, o incluso algo chapucero. ¿Cuál era el sentido de mi trabajo con ellos, para qué hacer todas esas manualidades de cartulina, de yeso, de arcilla, pintura de dedos, todas esas flores de papel que decorarían la sala estacionalmente, en primavera y después irían a la basura?

Es sencillo. Porque lo importante no era el resultado. Era lo que pasaba en medio.

Quédate con esta frase, porque es una respuesta fácil, mil veces oída, y a la vez tremendamente difícil de asimilar.

Lo importante no era el resultado.

Los objetivos de los talleres eran favorecer la concentración, la atención, la recuperación de la motricidad de este o aquel movimiento afectado. Y más allá de esto, era un objetivo general el de aumentar su autoestima, la interrelación, la comunicación en el grupo, el establecimiento de lazos entre unos y otros a través de la actividad. Al final, que las flores quedasen más o menos bonitas era lo de menos. Lo importante era tener la sala decorada con algo que había salido de sus propias manos, y el ambiente colaborativo y de satisfacción que impregnaba la participación conjunta era bien distinto que el que habría de no haber existido tales actividades y de haber dedicado su tiempo a estar sentados viendo la tele mientras esperaban, pacientes, aburridos y aislados, a que llegase su turno de veinte minutos de fisioterapia en una larga mañana de cinco horas. Así un día, tras otro.

Con lo que te encanta hacer, pasa lo mismo ¿Para qué crear si no lo va a ver nadie, si no voy a vivir de ello, si es costoso, si no es útil? Bueno, lo primero es que todo eso no lo sabes. Pero aunque así fuera, el objetivo principal es reconocer con qué y cómo decides llenar tus horas mientras habitas, por el breve espacio de tiempo que te toca, esta tierra. Puedes escoger llenarlas con actividades que te dejan vacío aunque de primeras prometan llenarte. Puedes escoger llenarlas con los motivos razonables de otros, pero incoherentes para tu propio sentir y necesidades, tu propia manera de ver el mundo. Puedes escoger llenarlas con muchísimas cosas, miles de cosas, que te alejan de tí mismo. O puedes escoger llenar esas horas con algo que te guste, que te agrade y te apasione.

Así, cuando llegue el día de barrer esa arena de lo que fue tu paso por esta tierra, cuando el mandala de tu vida tenga que desaparecer, sería mucho más bonito que ciertas manos barriesen un dibujo que haya dicho cosas que se parezcan a quien eres tú de verdad. Si te fijas… al final del video que comparto, de esa urna donde simbólicamente se recogen las cenizas de ese mandala desaparecido, la arena cae grisácea. Pero al darle un enjuague a la urna y volver a tirarlas al agua del río, las cenizas salen de color coral. Esa es la diferencia. Tus cenizas saldrán un día de una urna, eso sucederá de todos modos. Pero pueden salir grises, o de colores, según con lo que hayas decidido colorear tu vida.

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Cuando ya casi he terminado, te voy a contar un secreto más. El mandala de los monjes budistas no queda, pero queda el mensaje. Cuando barren el mandala, reparten una parte de la arena entre quienes presenciaron la ceremonia a modo de bendición, mientras que otra parte de la arena se entrega a un río, lago o mar, con la intención de purificar el ambiente y a sus habitantes, y llevar esa bendición a todos los rincones de la tierra. Si tienes algo que crear, algo que decir, quizá desaparezca tu obra pero si consigues tocar con ella a otra persona, aunque sea solo a una, confía en que en ella quedará tu mensaje.

De dónde nace Libera la fiera

“La leyenda dice que Charlie Chaplin y Adolf Hitler se convertían en león al anochecer; uno concentró su energía hacia la creación, el otro hacia la destrucción. Sin embargo, en su forma animal, era prácticamente imposible distinguir a uno del otro.

– No tengo el mundo en mis manos.
– Tienes el tuyo.”
Mathias Malzieu, Metamorfosis en el cielo.

Hay algo de lo que quizá no nos hemos dado cuenta. Cuando deseamos, por ejemplo, la consabida paz en el mundo que desean todas las misses pero que en el fondo, es lo que nosotros también pedimos, o cuando buscamos enfocarnos en lo positivo y en lo creativo, hay un punto que solemos pasar por alto. Y es el hecho de que la energía que nos lleva a crear es exactamente la misma que puede llevarnos a destruir. Y es muy probable que no necesitemos convertirnos en ningún Hitler para convertir esa energía en destructiva. Basta con que la coartemos para que empiece a irse deslizando hacia la tristeza, la frustración, la ira, o la enfermedad. Y eso será lo que estaremos aportando al mundo en lugar de esa idea tan cojonuda que nos había venido a la mente y que por falta de tiempo, de recursos, o de fe en nosotros mismos finalmente no nos atrevimos a realizar. En lugar de esa idea tan cojonuda, o de ese pastel de zanahoria, o de esa clase de zumba que nos apetecía probar a hacer, y que no hicimos. Da igual, a nivel de bienestar lo mismo da. Tal como muy bien ilustra Mathias Malzieu en este breve texto, es una elección lo que hemos de hacer para utilizar esa energía hacia algo verdaderamente creativo, positivo y que nos deje una sensación de florecimiento en lugar de contención. En ocasiones la elección será fácil, y en otras requerirá de una más profunda atención y consciencia por nuestra parte acerca de ciertos mecanismos que quizá puedan hacernos caer en la trampa, llevándonos hacia el resultado contrario del que queríamos obtener.

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Libera la fiera nace de la necesidad cada vez más extendida de dar cabida en nuestra normalidad, en nuestra cotidianeidad, al mundo creativo, de devolverle su genuino lugar en nuestras vidas como algo tan inherente y propio del ser humano como pueda serlo cualquier otra necesidad básica de alimentación o cobijo. Podríamos decir que la creatividad es la alimentación y el cobijo del alma, del mundo emocional que cada vez está más a flor de piel y cada vez exige de nosotros una mayor atención. Es más, me aventuraría a decir que en sus orígenes la creatividad no estaba desligada de la cotidianeidad y la supervivencia, que se utilizaba para dar respuesta a necesidades elementales y que sin ella hubiera sigo muy dificil que la humanidad avanzase (sin haber inventado la rueda, sin haber descubierto el fuego o sin la creación de la catapulta de dinosaurios, quién sabe dónde estaríamos ahora…)

Cómo nos resistimos en ocasiones los humanos a hacer hueco a lo más precioso que hay en nosotros. Ahondar en el mundo creativo y en los pequeños y/o grandes frenos que encuentra en su camino, tanto por parte del exterior como, mayoritariamente, en nosotros mismos, en nuestras creencias y resistencias, es una de las intenciones de Libera la fiera para contribuir con un pequeño granito de arena a que liberes tu fiera creativa.

Como dice la escritora Elizabeth Gilbert: “Si no estoy creando algo enérgicamente, las opciones son que estoy a punto de empezar a destruir algo vigorosamente.”

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 Y dime, a tí ¿cuál de ambas cosas te apetece hacer hoy?

Tres días para ver Five days to dance

Desde Libera la fiera tenemos claro que vamos a dedicar más de un artículo a la danza. Y digo esto porque nos resulta muy difícil resumir en pocas palabras lo que este mundo encierra. Pero deseamos escribir algo, y ante todo lo que deseamos es escribirlo ya, por un motivo: para invitaros sin más demora a que veáis el documental que estos días, y solo hasta el fin de semana que viene, está en Madrid, Five days to dance. Y es tal este deseo que hablaremos de él sin haberlo visto. Nos basta con el trailer. (Y con no perdérnoslo el finde que viene).

Dos coreógrafos, un instituto, cinco días para subirse a un escenario y danzar. Sólo una pregunta, ¿qué hubieras hecho tú si de adolescente te hubieran hecho bailar con todos tus compañeros de clase? El baile os obligaría a tocaros, a comunicaros… ¿crees que la experiencia te hubiera gustado, o te hubieras muerto de vergüenza? ¿Piensas que tal vez hubieran nacido muchas facetas nuevas de tí mismo y de tus compañeros, que quizá os hubierais conocido mejor? ¿Qué hubiera pasado, qué…?

Qué desconcertante. Qué hermoso. Qué delicado terreno explora esta cinta, el frágil límite del cuerpo, la peliaguda edad de la adolescencia en la que florecen y crecen las inseguridades pero también los primeros contactos con el mundo de lo físico, el potente derribo de barreras psicológicas que entraña la delicadeza de un cuerpo en contacto con otro, consigo mismo y con su más auténtica sensibilidad…

Galardonada recientemente con el premio Canal + en el Festival MiradasDoc, Five days to dance ha participado en el último Festival de Cine de San Sebastián y es candidata a ganar un premio Goya 2015 a la mejor película documental. Ha estado ya emitiéndose este fin de semana en la Cineteca de Matadero Madrid y aún podrás disfrutar de ella el fin de semana que viene, los días 2, 3 y 4 de enero a las 17.30.

«Todos sois preciosos haciendo esto. Recordadlo. (…) Todos tenéis algo bello dentro de vosotros. Mostradlo.»
Wilfried Van Poppel, coreógrafo en Five days to dance.

Y tú, ¿te animas a bailar?

Mejor con banda sonora

Cuántas veces, desde que volví, he echado de menos vivir con banda sonora. Echarme a la calle y descubrir casi en cada rincón una canción escapándose de la ventana de alguien, de los labios de alguien, del saxo de alguien, de las manos de alguien. Verme inundada, asaltada prácticamente, por un hilo musical, un discurso que sin palabras la ciudad entablaba conmigo de manera tan gratamente inevitable. Alegría, buen ánimo contagiosos, eso prometían todos antes de que me fuera a Nueva York. Tratando de descifrar el secreto de esa alegría, que son, seguro, muchos y no uno solo, sigo sin poder evitar echarle la mayor parte de la culpa a la música sonando en la ciudad.

De regreso a la mía, a un Madrid un tanto endurecido, me he preguntado muchas veces qué sería de nosotros, sus habitantes, si tuviésemos más música en nuestras calles, y cómo el no tenerla y sí en cambio ruidos fuertes, palabras duras, cómo esa otra banda sonora no tan agradable podía afectar a nuestro devenir cotidiano por sus calles. Parece que algunos más se lo han preguntado, como Massimiliano Casu, que en Medialab el Prado, en el marco de «Interactivos´?14: repensar la acción y el comportamiento colectivos», expone su Streetremix, un instrumento musical creado junto a los colaboradores Amelia Franas, Rubén Coll, Carlos G. De Juan, David Del Valls, Patricia Raijenstein, Gabriel Madirolas, Mauro Benavidez y Javier Rubio, que permite una excepción en el ruido de la ciudad a través de la activación o desactivación de sonidos por medio de nuestro tacto. Massimiliano explica cómo en el suelo suenan las bases mientras que en los dispositivos táctiles hay loops que posibilitan la obtención de un resultado digno, salir de allí con la sensación de que nuestro mero tacto, nuestra simple aparición, ya provoca música en el ambiente. Si tus suelas, como las mías, son demasiado gruesas y aislantes, Streetremix se negará a sonar. De manera que me veo inesperadamente descalza y jugando en medio de Medialab.

Streetremix

Massimiliano habla de su interés en dinamizar la participación en el espacio público. Recalca el papel de la música como dinamizador relacional, y cómo ésta puede llevar a otras formas de pensamiento y ayudar a reinterpretar la ciudad desde cero. «La música quita esta dinámica monofuncional que todo tiene dentro de la ciudad y hace que se puedan imaginar otros mundos», comenta. Massi ha trabajado en microacciones desde lo más efímero a pequeños soundsystem transportables para comunidades. En Matadero, junto a Grupal Crew Colective, ya tiene una cita anual con Do it your set! El grupo quiere empezar a experimentar nuevas fórmulas de «fiestas de todos», rompiendo las jerarquías entre público, artistas y organizadores. En esta noche quien quiere puede participar como Dj durante unos diez o quince minutos teniendo a su disposición un equipo profesional, visuales y un animador que hará del participante una estrella. Transcurrido su momento, volverá a bailar como integrante del público.

Grupal Crew trabaja también en una estación de grabación abierta en la que cualquier persona puede pedir cita y en una sesión exprés de tres horas componer, grabar una canción y llevarse el cd. Ellos, explica Massi, lo usan para hacer un observatorio de identidades musicales en distintos contextos y ver cómo la música relata algo de nosotros, sobre todo en términos de identidad colectiva. «Al elegir un género musical o un artista de referencia hablamos por un lado de nuestros gustos personales, pero en buena parte lo considero un acto relacional, quién se inserta en una subcultura y adhiere a cierto modelo de vida. Este proyecto intenta poner a la gente a relacionarse de manera lúdica, haciendo música, hablando una lengua franca. Y este diálogo, igual que en algún momento puede aplacar diferencias, en otro puede hacer surgir otras mucho más grandes, pero de todos modos produce debate, relación, produce imaginación de otros mundos posibles.» Con este proyecto por el momento han estado en Madrid, Bogotá y Puerto Colombia.

También, como acción de protesta por los castings de selección para los artistas de calle en Madrid, realizaron un soundsystem silencioso. En la calle, cuatro personas a la vez podían ponerse a escuchar música y bailar… con cascos, y en silencio. Massi opina que quitar la música de la calle es eliminar el último espacio de gratuidad excluyendo a muchísima gente, pensando en particular en el mundo adolescente al que si se le quita esta posibilidad, se le quita la oportunidad de escuchar música socialmente.

El próximo fin de semana, el sábado 13 de diciembre, Grupal Crew tiene nueva cita en Matadero Madrid con todo el que quiera pasar a probar su PVC soundsystem, ¿te animas? Aquí, un ejemplo de las posibilidades tecnológicas con las que trabajan.

Massimiliano Casu da la oportunidad de jugar, en solitario o en grupo, a afectar a ese ruido colectivo del que, seamos conscientes o no, formamos parte. Podemos elegir qué teclas pulsar, que bases pisar y qué música hacer para colaborar en el sonido de nuestra ciudad. Igualmente podemos hacerlo desde la escucha, un proceso más individual que es también parte fundamental de la música. Te invito a ver este vídeo que comparto, de la película «Amor y letras» y a probar a hacerlo, lo de ponerle banda sonora a tu paso por tu ciudad. Tal vez encuentres que tu percepción de la cotidianeidad varía en algo. Quizá no pase nada. O quizá se de, quién sabe, una especie de reconfiguración de la realidad, una reorientación de tus sentidos, inexplicable, que solo la música puede lograr con su magia. Porque: «La gracia, descubrí, no depende del tiempo ni el lugar. Sólo nos hace falta la banda sonora adecuada.»

Como dice la protagonista de la cinta: «Experimenta y me cuentas.»

Cuéntanoslo. Y si la banda sonora que escoges no es indie, si es ópera, o la canción más popera del momento, esa que no le confesarías a nadie que te gusta, que te sube el ánimo y te hace salir de casa con mejor pie, tranquilo, no se lo diremos a nadie. No te preocupes. Tu secreto está a salvo con nosotros.