UN EJERCICIO DE HONESTIDAD

Ay. Que llego tarde a danza_MOS, el Festival Internacional de Danza. Que el martes ya me quedé sin invitaciones. Pero no importa. tengo fichada la sesión que de verdad quiero ver. El Who will save me today?  de Janet Novás. La gallega ha recibido varios premios , entre ellos el 2º premio de XXI Certamen Coreográfico de Madrid, una beca para el danceWEBeurope 2008(Viena), el premio de Asistencia Artística al Festival B´Motion de Bassano del Grappa  y el Premio InJuve. Pero esto es lo último en lo que me fijo. De hecho, ni me entero hasta que ya estoy sentada en la butaca y me lo cuenta un bailarín que ha danzado con ella y me habla de su excelente técnica.

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Who will save me today? surge de mis vivencias en la actualidad y de muchos otros momentos donde me he encontrado desvinculada, aislada de cualquier grupo o contexto artístico; nace de un encuentro conmigo misma y de la aceptación de mis experiencias y creencias como ser humano, de una necesidad de hacer de mi trabajo un ejercicio de honestidad. Esto es lo único que me salva y me permite continuar día a día.” Janet Novás

“Un ejercicio de honestidad. Esto es lo único que me salva.”

Entonces sé que tengo que ir a verla.Es posible que la obra sea dura. Que salga removida de allí. No sé si tengo ganas. Pero sé que tengo que ver este ejercicio de honestidad.

Primero grita, pero grita solo a medias, mientras cae una y otra vez. Luego habla con el técnico de luces y sonido, mientras nos presenta a un robotillo minúsculo al que acciona y para con un mando a distancia. Nos cuenta que en diciembre de 2012 se enamoró de él. El robotillo, Robo Sapiens, camina balanceándose torpemente a un lado y a otro. Le llega a la altura de la espinilla a Janet. Y ella dice que esos andares torpones, esos ojillos, fueron los que la hicieron “caer en el amor”, que es como los ingleses llaman a enamorarse.

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“Y luego, lo dejamos”, dice.

Entonces se pone a lanzar rollos de papel albal que se desenrollan sobre el escenario. Después dice que necesita a alguien allí arriba. Y hace a un chico-hombre quedarse de pie y sujetar una linterna a oscuras. El muchacho-sapiens se quita las gafas, no sabemos si en un acto de pudor, coquetería o astigmatismo, y se queda allí a la espera de lo siguiente que tendrá que hacer. Janet se queda a su lado, mucho rato, mirándole. Le pide que aguante un poquillo más hasta que el robotillo se accione de nuevo.

Aquí ya me cae bien Janet, a pesar de esa danza raruna que se trae a oscuras con un unas luces parpadeantes asidas al cuerpo, revolcándose en el papel de aluminio. Una danza que apenas veo porque está todo el escenario bajo una iluminación muy escasa. Me parece leer toda la ironía del mundo en la petición de que alguien, quien sea, suba al escenario y llene ese espacio vacío, un espacio que puede cubrir cualquiera dispuesto a sujetar una linterna hasta que Robotillo, su verdadero amor, se ponga en marcha de nuevo. Para el momento en el que la sombra de Robotillo hace de dinosaurio en la pared del auditorio, ya me sospecho que se está desconjonando de algunas cosas en este escenario, aquí, en nuestra cara.

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Cuando promete que esta noche va a ser espectacular, maravillosa, increíble, porque va a ser la última, me acuerdo de algunas performances a las que asistí que te encaran con tu propia muerte, que te dejan temblando ante la vastedad de los días perdidos que estás derrochando, dejándolos pasar sin más delante de tus propios ojos. Parece que Janet se propone hacer lo mismo, dejarnos emocionalmente devastados, sensibilizados y culpables por no estar aprovechando este valioso y jugoso regalo que es la vida. Asistiremos en directo a su último día.

Entonces levanta una mano, dice: “¿Veis esta mano? ¿La veis bien? Esta es Janet viva. Y ahora” y da un paso atrás y baja la mano como escurriéndose al suelo “Janet muerta. Ya no está. Janet viva, Janet muerta. Me estoy muriendo, a cada segundo. Janet viva, Janet muerta..” Y recorre así, muriéndose, todo el escenario.

Cuando muere definitivamente, se mueve un rato enroscándose alrededor de Robotillo, y de pronto, se levanta. “Y ahora he resucitado.”

Me rio, me rio sin poder remediarlo.

Ahora viene la apoteosis final. Y es que a veces basta con escuchar una canción.

Y arranca a sonar Total eclipse of the heart y Janet (viva) toca una batería inexistente, y sube los brazos haciendo ese play back solitario que todos hemos hecho alguna vez ante el espejo de casa. Se envuelve en el papel albal y yo ya en este momento dudo de veras que lo del papel de plata tenga sentido alguno más que el de hacer lo primero que se le ha pasado por la cabeza y que los demás nos la rompamos tratando de adjudicarle algún significado. El sonido. La luz que refleja, el efecto total… mmmm. Para terminar, Robotillo baila y ella le sigue en cada uno de sus pasos, al robot teledirigido. Baila igual que un robot que le llega por debajo de la rodilla. Janet Novás, que ha ganado premios.

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Para ser tan honesta como ella, debo confesar que a ratos no sé de que va el asunto. Pero al final no puedo más que aplaudir, aplaudir y decir “Bravo”. Porque esta mujer se ha subido al escenario y ha hecho el ejercicio de mayor honestidad que se puede hacer. Estar allí arriba como si de verdad estuviera sola. Ha liberado a su fiera creativa haciendo lo que le ha dado la real gana, como si no estuviese actuando en Conde Duque, como si no hubiese más de un centenar de pares de ojos observando sus movimientos. Se ríe de los grandes dramas, de los emocionales y de los escénicos. Ha decidido deshacer el tormento. Comerse las cuestiones trascendenatales con patatas. Apenas danzarlas siquiera, sino tratarlas con una simpleza e ironía casi infantiles. En mi opinión, descojonarse de toda la gravedad con que en ocasiones se carga el panorama escénico, expresivo y emocional actual, donde la expresión de lo auténtico tantas veces corre el peligro de caer en lo dogmático, creando así una trampa, enmascarándolo de nuevo. ¿Quién nos salvará de tomarnos a nosotros mismos tan en serio? Esta noche, ella. Con todas las herramientas en la mano, Janet ha decidido reír, y reír. Morirse, y reír, y resucitar riendo. Gracias Janet. Has pasado olímpicamente de intentar ser/parecer importante y has conseguido que me ría contigo. Eso vale todos los premios del mundo.

Venga, y esto por si te has quedado las ganas y quieres hacer como ella. Un poquito de play back, que lo estás deseando…

Franqueados 0.15: el arte asalta los escaparates de Madrid

Gafas graduadas sumergidas en un mar de grullas de papel. Un libro enmarañado entre los hilos de una trama de lana o unos metalizados y chilloncísimos carteles que gritan mensajes positivos son algunas de las sorpresas que te pudiste encontrar hasta el sábado 28 de febrero si callejeaste por los barrios de  Malasaña, Chueca o Conde Duque.

Obra de Clara Currogomez en peseta_low

Franqueados es arte a pie de calle. Arte en los escaparates, expuesta para todos los públicos, sin restricciones ni limitación de clase alguna. La idea viene de la mano de Jorge de la Cruz, que en colaboración con Estefanía Arias y apadrinado bajo el sello de La Casa Franca, ha celebrado ya la tercera edición del festival. A su cierre hemos querido hablar con Jorge para hacer un repaso del desarrollo de estos diez días de Franqueados.

Libera La Fiera: ¿De dónde nace la idea de este festival?

Jorge: Franqueados es un hijito de La Casa Franca, una vivienda pequeña y abandonada que transformamos en un espacio muy cañí con un aire vintage y muy novedoso. Este espacio me dio la posibilidad de hacer realidad una idea que llevaba tiempo macerando, un lugar destinado a ser Club de artistas, sin un interés económico sino divulgativo. Pero llegó un momento en que LaCasaFranca empezó a quedarse pequeña y fue cuando planteé eventos externos, como Franqueados. Me llegaban propuestas muy grandes, con necesidades de más espacio, de más gente o de más recursos que yo no podía ofrecer. Entonces, un día paseando por la calle me di cuenta de que inconscientemente vas mirando cristales, y de alguna forma lo que ves lo haces tuyo, te lo apropias. Las esquinas, las tiendas, los escaparates, los pequeños recovecos del barrio son parte de tu propiedad. Así que pensé: “Qué mejor sitio que el cristal de un escaparate que tiene un magnetismo brutal. Cuando hablo de esta propuesta les digo a los artistas: “Cuánta gente va a ver vuestra exposición, ¿miles? ¿Más que miles? Porque cuánta gente pasa por la calle en diez días por el barrio de Malasaña, muchísima….

LLF: ¿Franqueados interviene en el resultado final o los artistas participantes tienen plena libertad de acción en sus obras?

J: Una distinción que hay que dejar clara es que Franqueados no es escaparatismo, la idea no es decorar, ya hay otras ferias que están para decoración y diseño, lo que Franqueados pretende es que la gente se pare en un escaparate porque hay algo que les llama la atención pero que luego, una vez delante de la obra, se pueda iniciar un ejercicio de reflexión. Sin embargo un escaparate no es un sitio neutro, es un sitio en el que se muestran objetos diariamente para que la gente los compre, así que saber manejar la fina línea que separa nuestro festival de la finalidad rutinaria del escaparate necesita ser asesorada pues es muy complicada, y de malentenderse todo el concepto correría el riesgo de irse al traste. Si por ejemplo eres un artista que creas unos jarrones de porcelana con una finura extrema pero los instalas en un escaparate lleno de cacharros desordenados tu obra perderá, a ojos de la gente, todo su valor, pero si limpias el espacio visualmente, jerarquizas elementos o recortas zonas de exposición puedes lograr un resultado llamativo y novedosos, y eso es lo que hacemos en Franqueados. Semanas previas al festival nos reunimos con los artistas seleccionados para introducirles en todas estas cuestiones que son diferentes de cualquier otra exposición y orientarles, luego en los días de montaje asesoramos y damos el visto bueno a todas las instalaciones. Para el artista exponer en Franqueados es un reto y generalmente el resultado es impecable, son muy pocas las ocasiones en las que tenemos que intervenir. En cualquier caso para nosotros es muy importante que el resultado final sea perfecto.

Obra de Maria Blanco Rodriguezlow

LLF: Ante este reto a muchos se les ocurrirá lo que no se les ocurriría jamás si no se les ofrecieran estas condiciones. Es el espacio el que marca la dirección que ha de tomar la obra…

J: De alguna forma sí, es una oportunidad para realizar una obra específica en un espacio diferente lleno de posibilidades plásticas, tanto por el entorno como por el producto que posea la tienda que puede sumarse a la instalación de la obra. Los artistas que han ganado los premios al mejor escaparate, Lucio Zurdo y Sandra Val, en la conferencia de Conde Duque de Encuentros con artistas decían: “Gracias a Franqueados porque nos ha metido un montón de caña”. Les rechacé dos propuestas y les animé a redondearla más, la tercera ya fue una propuesta cerrada, sólida y muy bien llevada. El espacio que les tocó era un espacio muy bonito pero muy difícil, en la calle Santa Mónica, y han hecho un escaparate precioso que todo el mundo se para a ver. ¿Hubieran hecho eso en una exposición al uso? Pues seguramente no.

LLF: ¿Qué diferencias has ido notando entre la primera edición y las siguientes?

J: Ha sido muy peculiar, porque la tercera edición ha bebido más de la primera que de la segunda. La segunda sirvió para que nos dieran muchas collejas, y la tercera para que nos diéramos cuenta de que el modelo que servía era el primero, el original. En la segunda se intentó seguir un modelo cuantitativo, masivo, mientras que en esta hemos perseguido la calidad y un trato mucho más humano y cercano. Cuando la gente busca una propuesta como Franqueados no quiere un Arco, no le interesa, quieren algo hecho con cariño, con personalidad, todo lo contrario a una feria gigante que resulta fría e impersonal. Este año de las cosas que me han proporcionado más satisfacción es cómo se han involucrado los artistas, los comercios, incluso los asistentes, el público que ha hecho las rutas guiadas, cómo han entrado a hablar con los dueños… ese es el mayor logro de Franqueados, el movimiento que se ha generado.

LLF: Se hace mucho más interesante cuando se trabaja en colectivo, hace que sea más disfrutable…

J: Vino un galerista a la fiesta de entrega de premios y me dijo: “Esto es como un experimento sociológico, se podría analizar.” Mientras que en ediciones anteriores he sentido que la participación era más rutinaria, una línea más de CV, en esta he visto a los artistas más participativos, más motivados, muchos me han dicho que ya están pensando la obra que van a presentar para el año que viene. Al final deja de ser una exposición y se convierte en una vivencia, una experiencia que merece la pena vivir. Ya no les importa engrosar en currículum, lo que les gusta es el hecho de participar, el hecho de vivirlo.

 Obra de Amparo Villar en Cuartointerior_low

LLF: Igual estamos tendiendo más en general a ese tipo de propuestas más cercanas y de mayor calidad humana, más cuidadas, más artesanas, y de alguna manera esa otra parte menos evidente también se percibe.

J: Eso que parece menos evidente es infinitamente más valorado por la gente. Ese es el auténtico éxito, pero claro no es fácil y requiere una gran implicación además de una vocación. Ha habido un proceso previo muy amplio y muy intenso para que cuando llegara el evento todo el mundo estuviera listo, preparado, con la cabeza centrada cien por cien, en la misma onda, y ese también es un trabajo que ahora se ha visto. Solo te puedo contar cosas buenas porque estoy muy feliz.

LLF: ¿Habéis encontrado que cada vez hay más inquietud en el público por encontrar alternativas diferentes?

J: Claro, a la gente le gusta cambiar, que les sorprendan con algo nuevo, y más en esta ciudad que hay tanto de todo, pero Madrid es un sitio en el que la gente está receptiva hacia un ocio de calidad y diferente.

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LLF: ¿De dónde le ha venido la financiación a Franqueados?

J: Todo el mundo que participa en Franqueados aporta una pequeña cuota, que recae en un interés común, pues a cambio ofrecemos tantas contraprestaciones que compensan sobradamente la cantidad solicitada. Los artistas aportan 25€ y los locales 55€, como ves son cantidades muy bajas. También intentamos ser coherentes con los gastos, muchos festivales despilfarran dinero en tonterías, incluso en gastos poco ecológicos como cantidades desproporcionadas de material impreso, etc. En Franqueados imprimimos las cantidades que se necesitan, hacemos buen uso de las redes sociales y del material virtual, buscamos materiales y soportes reutilizables, y así podemos cada vez tener más logística.

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LLF: Entraría un poco dentro de las economías colaborativas, son vías en las que se está entendiendo cómo no depender de nadie, sino cómo colaborar para ayudarnos unos a otros simplemente a hacer lo que queremos. Nos has hablado de la sostenibilidad del festival, pero ¿encuentras que se puede vivir del arte en España?

J: En mi caso personal, que es del que te puedo hablar, estoy atravesando una buena época y estoy viviendo de ello. No sólo, hago otras cosas, pero me estoy pudiendo expandir y dedicar a lo que quiero. Es verdad que esto no es algo milagroso ni con lo que ganes mucho dinero, ni muchísimo menos, pero al final es un trabajo muy bonito. Todo el mundo se tiene que buscar un camino, y todo camino tiene unas necesidades. Mucha gente está frustrada en el mundo del arte, pero la culpa no es del arte, hay que trabajar en ello, es una carrera, y como en toda carrera, no puedes parar. Más allá de sonar agotador a mi me resulta muy estimulante.

8M Día de la mujer: Libera la fiera femenina

Ayer, enmarcado en el festival “Ellas crean” que hasta el 12 de abril se muestra en Conde Duque, asistí a la representación de Staying alive: the sacrifice os giants. Una pieza de danza en la que, entre sonidos acuáticos y oceánicos, cuatro mujeres-delfín hacen ver la sobrecogedora belleza con que estos animales se mueven en libertad, y cómo se van apagando ante el cautiverio. Al ver a estas mujeres representando a los cetáceos, primero brillantes, exultantes, haciéndose cargo de toda la amplitud de expresión que la vida ofrece en sus propios cuerpos y después viéndose este restringido por unas manos cazadoras, combativas y, sí, quizá masculinas, tratando de apresarlas, echándoles encima redes y sujetando con fiereza fría e impasible sus cabezas, sus mandíbulas, no pude evitar sentir la punzada del paralelismo que ante mi se hacía evidente: a las mujeres también muchas veces, del mismo modo, se nos ha tratado de apresar, de limitar nuestro natural movimiento y nuestra libre expresión.

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Al salir, doy así como quien no quiere la cosa con Arturo Prins. Su película Autopsia de un amor que se está proyectando desde el 20 de febrero y hasta la semana próxima en el Pequeño Cine Estudio Magallanes, genera un debate en torno a la opinión que defiende Arturo y alguno de sus colegas acerca del origen de los problemas de pareja: desear el control sobre el placer del otro. Arturo comenta que el placer de la mujer que es interminable e inmenso, y nombra el temor que existe en el hombre de ser devorado por esa gruta, por ese placer descomunal que él no siente con tal intensidad y que es incapaz de controlar. ¿Es por eso que se nos ha reducido y limitado a las mujeres durante milenios? ¿Qué pasaría si las mujeres se hiciesen cargo de ese placer hasta las cotas de las que son capaces? Es la pregunta que deja Arturo en el aire.

Hoy me hago partícipe de la marea violeta que ha avanzado desde Cibeles hasta la Puerta del Sol, celebrando el día de la mujer. En ella me encuentro una vulva femenina que pasea en procesión, bien visible, a plena luz del día, sin nada que esconder, y no puedo evitar reír. ¿Cuándo antinaturalizamos tanto todo este asunto, por Dios@?

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La manifestación ha contado con una batucada femenina potentísima, que ha llenado de ímpetu y aliento el avance de las mujeres, haciendo retumbar el asfalto bajo nuestros pies. Desconozco por qué se eligió en su momento el color violeta para abanderar este día. Una chica me responde que es el color de la integridad. Y me gusta esta explicación. Las veo avanzar. El brío de los tambores inunda el centro de Madrid. Las mujeres dueñas de su fuerza vienen así, alegres, tomando en las manos el poder del entusiasmo, de la música que hace despertar la tierra que habitamos, la que también es femenina, la que debajo del asfalto nos sustenta a todos, sin excepción. Agradezco con profundidad y alivio la fuerza de esos tambores tocados por mujeres en mitad de la ciudad, cuya vibración asciende por mis piernas y retumba en mi centro, recordándome una unión ancestral con algo que está más allá de toda máscara, de toda convención social, de toda restricción que aleja de una fuerza natural que nos habita, de la que formamos parte. Hoy puedo moverme, sí, puedo danzar con otras por las calles de mi ciudad y estoy agradecida. Y recuerdo y añoro esos años en la isla en los que danzaba mucho más plenamente descalza en la tierra, también con tambores, también con otras mujeres.

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Algunas opinan que la mujer del siglo XXI está completamente liberada y que muchos de los problemas que la generación de nuestras abuelas o nuestras madres vivieron ya no nos afectan, que han dejado de pulular definitivamente por nuestro inconsciente y nuestras células. Ojalá pronto así sea. Sin embargo hemos de tener presente que aún queda mucho por hacer. Son, quizá, muchos pequeños restos, y no tan pequeños, los que aún nos quedan por pulir.

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Pero, sí, afortunadamente, hemos avanzando, y lo seguimos haciendo,

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A algunas, y me incluyo, nos rechina la palabra feminismo. Y sin embargo no puedo evitar hacerme consciente de que nuestra generación tiene tanto y tanto que agradecer a todas las mujeres que empezaron, pocas y solas, a luchar en su momento, a hacerse visibles cuando era realmete peligroso hacerlo. Cuando en este momento, en según que partes del mundo, o en según que ambientes y en aspectos muy sutiles, aún lo es. Y tampoco puedo evitar que se me venga a la cabeza este párrafo del hilarante y a la vez crudo libro de Caitlin Moran Cómo ser mujer.

“Sin feminismo no te dejarían debatir el lugar de la mujer en la sociedad. Estarías demasiado ocupada pariendo en el suelo de la cocina, mordiendo una cuchara de madera para no estropear la partida de cartas de los hombres, antes de volver a limpiar la cal del retrete. Por eso me hacen tanta gracia esas mujeres columnistas del Daily Mail que se quejan diariamente del feminismo. Te pagan mil seiscientas libras por ello, querida, pienso. Y apuesto a que van a tu cuenta bancaria, no a la de tu marido. Cuantas más mujeres protesten, en voz alta, contra el feminismo, más probarán no solo que éste existe sino también que disfrutan de sus privilegios, ganados con tanto esfuerzo. (…) La idea de que nosotras nunca aceptaríamos chicas fáciles, chicas poco inteligentes, chicas criticonas, chicas que contratan señoras de la limpieza, chicas que se quedan en casa con sus hijos, chicas con un mini Metro rosa con pegatinas de “¡Impulsado por polvo de hadas!” en el parachoques, chicas con burka, o chicas a las que les gusta imaginarse casadas con Zach Braff de Scrubs, con el que se acuestan a veces en la ambulancia mientras el resto del reparto mira y luego aplaude. Pues, ¿sabes una cosa? En el feminismo entramos todas. ¿Qué es el feminismo? Sólo la convicción de que las mujeres deben ser tan libres como los hombres, por muy chifladas, estúpidas, crédulas, mal vestidas, gordas, menguantes, vagas y engreídas que sean. ¿Que si eres feminista? Ja, ja, ja. Por supuesto que sí.”

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Esperemos que podamos liberar cada vez más nuestra fiera femenina, que no es otra cosa que nuestra autenticidad, quienes somos verdaderamente, sin más máscaras impuestas, sin coerciones de las verdades que encerramos en nuestras psiques y en nuestros cuerpos. Nuestra conexión con los ciclos de la vida y con la maternidad probablemente encierre el gran potencial de hacernos conscientes con algo más de facilidad conscientes de una grandeza que Es más allá de lo establecido, de esa necesidad de control generalizado que existe entre los seres humanos ante la imposibilidad de abarcar la grandeza de la vida, de la que formamos parte. Quizá reconectar con ese mundo devuelva a la sociedad en general muchas cosas de las que adolece, que ansiosamente busca en lo externo, y que sin duda agradecerá recuperar. Quizá si nos atrevemos a liberar del todo y plenamente la fiera de nuestro potencial, recobremos algo de sentido en la vida y podamos colaborar a traer al mundo esa paz que ansiamos para nosotr@s y para que las mujeres de las generaciones venideras puedan vivir sus vidas, por fin, así de tranquilas.

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